A pesar de que las vacunas evitan en
el mundo, cada año, la muerte de SEIS MILLONES DE PERSONAS, están surgiendo
algunos grupos de objetores y contrarios a las mismas, que se basan en los
efectos secundarios (que son mínimos) que pueden producir y algunas dudas que
tienen sobre su efectividad, lo que hace que ciertas personas tengan la
sensación de que no son necesarias.
Lamentablemente este movimiento
contra las vacunas, va teniendo adeptos cada día. ¿Por qué ocurre este
fenómeno? ¿Por qué contaminan la opinión pública con falsas informaciones no
contrastadas, contrapuestas a la evidencia científica que demuestran la
efectividad de las vacunas y la importancia de estar vacunados, no solo
individual sino colectivamente?
En este sentido, los ciudadanos
tenemos una responsabilidad doble: individual y colectiva. En el apartado individual,
podríamos justificar o excluir a quien no quiera vacunarse. Pero en lo que
respecta al deber con la comunidad, no
hay ni justificación ni excepción: individualmente tenemos la obligación de
vacunarnos para proteger a la colectividad, mediante el efecto “paraguas”
protector que se despliega en la comunidad cuando en esta, la mayoría de los
ciudadanos está correctamente vacunada.
Recientemente se han presentado
algunos brotes de enfermedades que podrían haberse evitado, si la población en
conjunto hubiera estado inmunizada. Este hecho nos debe hacer recapacitar en la
obligación ética y legal que tenemos de vacunarnos y tener en cuenta que la
Salud Pública es un bien común que hemos de proteger entre todos actuando responsablemente
cada uno. Las vacunas evitan enfermedades y también las secuelas que estas
puedan dejar y el sufrimiento por ellas tanto en pacientes como en seres
queridos, amén del gasto que supone para
todos.
En este problema, que debe tener
solución, yo veo varios aspectos que habría que estudiar y modificar y todos
son importantes: Primero, tener controlada la población que ha decidido no
vacunarse. Segundo, dar información suficientemente clara en los medios y en
redes sociales con mensajes positivos y con datos para que se deje de
cuestionar la efectividad de las vacunas, y crear conciencia en la población de
la importancia de las mismas y de los padecimientos que previenen. Tercero:
dichos mensajes deben ir impregnados de llamadas a la solidaridad entre todos
para conseguir abrir un gran “paraguas inmune” como fenómeno protector de la
sociedad. Cuarto: La importancia que tenemos los profesionales sanitarios como
transmisores de estos mensajes a la población, no solo comunicándonos con ella
sino convenciéndola de las bondades de
las vacunas. Quinto: El papel de la Administración es fundamental, ya que es
ella quien debe coordinar todo, unificar el calendario vacunal en todo el
territorio nacional y pagar la comunicación, mediante campañas permanentes.
La Educación para la Salud es fundamental,
y aún no se ha dado cuenta de ello la Administración Sanitaria: Se les llena la
boca de ella a todos los partidos políticos cuando se elaboran los programas
electorales próximos a las elecciones, pero nunca llegan a implementarla sólida,
continua y permanentemente. Interesa más dar paso a proyectos cortos que den
resultados en menos de cuatro años, que sentar las bases y desarrollar un
programa sencillo y barato como es el de la Educación para la Salud, pero que
da los resultados a largo plazo, consiguiendo modificar actitudes, hábitos,
costumbres, etc. que beneficiarían no solo a la salud y economía de un País,
sino también a la felicidad de sus ciudadanos.