lunes, 23 de noviembre de 2020

La fuerza del destino

Principio del formulario

Cristina

I

Entró tímidamente en la consulta, pidiendo permiso. Su mirada se acompañaba de una sonrisa monalisina que denotaba preocupación. Le insistí en que tomara asiento, ya que la experiencia me decía que aquella chica quería contarme algo más que un simple dolor de garganta. No era la primera vez que escenas como aquella nutrían mi práctica profesional.

Cuando nos despedíamos, al terminar la consulta, le entregué las recetas, le alargué la mano y la mantuve estrechada mientras le hablaba mirándole directamente a sus ojos.

-Cristina, te conozco desde hace muchos años y estoy convencido de que tienes otro problema del que no me has hablado. Te quiero decir que me tienes a tu disposición  para lo que necesites y que me puedes llamar en cualquier momento con total libertad y  confianza.

-No, no, don Leandro. No quiero molestarlo más. De verdad que no tengo otro problema. Son cosas mías. Quede usted con Dios.

         Salió de la consulta con la cabeza agachada y no cerró la puerta, como hacía siempre manteniendo su mirada y sonriéndome.

         Volvió al día siguiente.

-Hola Cristina ¿No estás mejor?

-Sí, don Leandro, si lo estoy, pero es que no he dormido bien esta noche y estoy muy intranquila.

-¿Sospechas a qué es debido? ¿Te ha ocurrido esto antes? ¿Estás preocupada por algo?

         Sus respuestas fueron cortantes y evasivas como no queriendo sincerarse. Tras unos minutos en los que se alternaron períodos de silencio, tímidas sonrisas, muecas y miradas comprensivas mostrando sosiego, ocurrió algo que me indujo a cogerle las manos y mirarla a  los ojos que de golpe tomaron un brillo especial y comenzaron a derramar unas lágrimas que corrieron por sus mejillas dejando marcados sendos surcos en el maquillaje que embellecía su cara.

-Creo que estoy embarazada, don Leandro.

-¿Por qué lo crees, Cristina? ¿Te has hecho un test de gestación?

-No, pero sí hice algo hace unas semanas de lo que me arrepiento y avergüenzo.

-¿No será que tienes miedo y eso te impide que te baje la regla y creas que estás encinta?

         Se sorprendió por mi pregunta, me reconoció que tenía unos ciclos muy regulares y que llevaba más de una semana de retraso. Pero su preocupación y su angustia las motivaba el hecho de haber sido inducida por un chico que había conocido hace un mes, con quien una noche compartió cama acompañados por el alcohol.

-¿Qué será de mí? ¡Qué vergüenza cuando se enteren mis padres! ¿Qué voy a hacer ahora, si ni siquiera somos novios y apenas nos conocemos?

         La consulta se prolongó apareciendo más miedos, sentimientos, pesadumbre, pero también consejos, ánimo, apoyo y ofrecimiento para facilitar la asunción de aquella eventualidad por parte de sus padres.

         No volvió a aparecer por la consulta. De vez en cuando, conforme pasaba el tiempo, me preguntaba qué habría sido de ella,  cómo abordaría ante su familia el embarazo no deseado, cómo sería su vida ahora.

II

Claudio vivía en una pensión de Olivares, pueblo cercano a Sevilla adonde había ido a vivir después de conseguir trabajo en las obras de la Expo92 que comenzaban a ejecutarse. Lo llamé por teléfono para hablar con él y exponerle el problema que se nos presentaba. La mesonera descolgó el auricular y me saludó amablemente, pero al decirle con quien quería hablar, cambió de tono y refunfuñando se fue a llamarlo a su habitación.  Me pareció oírle decir entre dientes que aún no le había pagado las últimas semanas de estancia.

-Hola Claudio, tenemos que vernos ya que tengo algo importante que contarte.

-¿Qué pasa, quieres repetir lo que hicimos la última noche que nos vimos?

-Te espero esta tarde a las seis en la trasera de la iglesia. Adiós.

         Llegó veinte minutos tarde y ello me permitió volver a repasar y poner en orden lo que tenía que decirle. Apareció mostrando una sonrisa libidinosa a modo de saludo.

-Bueno, tía ¿qué es lo que quieres? ¿Para qué me has hecho venir?

-Tengo que decirte algo que no sabes ya que no nos hemos vuelto a ver desde la feria del pueblo.

-Bueno, tú dirás.

-¿Recuerdas lo que hicimos aquel día? O mejor lo que me hiciste.

-¡Como para no recordarlo! Una virgen no se pilla todos los días. ¡Qué! ¿Que no te gustó?

-Me engatusaste aquella noche, me convenciste para que bebiera, a pesar de haberte dicho que no me gustaba el alcohol; me sentó mal y me persuadiste para que fuera a tu pensión a recuperarme y no presentarme en ese estado en el cuartel. Estando en tu habitación, me entró sueño y me tumbé en tu cama. Recuerdo, como en sueños, que me desnudaste y que de repente sentí un dolor intenso que me despertó y vi cómo estabas encima de mí produciéndome más dolor e impidiéndome liberarme de ti.

-¡Qué buen rato! ¿Verdad?

-Buen rato para ti, porque lo único que sentí yo fue dolor y rabia. Pues que sepas que llevo dos semanas de retraso y que yo soy puntualísima con la regla. Me duelen los pechos y de vez en cuando tengo náuseas.

-¿Y qué quieres que haga yo? ¡Pues ve al médico!

-Ya he ido. Me ha hecho la prueba de embarazo y ha salido positiva. Estoy preñada.

-¡Claro, y yo soy el padre! ¿No?

-¿Quién va a ser si no? Era la primera vez que lo hacía y por la experiencia, te juro que no volveré a hacerlo en mucho tiempo.

-Pues yo no quiero saber nada. Así que tú te arreglas como puedas –me dijo con prepotencia.

-No es esa la respuesta que esperaba de ti. Pensaba que la noticia te importaría algo, que al menos te interesarías un poco por mí y por lo que viene de camino.

-Pues eso es lo que hay. Es tu problema.

-Me has demostrado lo que eres y me queda claro que con ese fondo que tienes no se puede construir una familia ni un futuro. Saldré adelante sola. En este momento se termina definitivamente nuestra corta relación. No vuelvas a dirigirme la palabra.

III

         Al salir aquella tarde de la clínica donde trabajaba como auxiliar, Cristina estaba decidida a contar a sus padres que estaba embarazada. Cuando llegó a su casa, Gregorio y Elisa estaban tomando el aperitivo, como solían hacer antes de cenar. Dejó las llaves en el taquillón de la entrada, al lado del tricornio, los saludó dando un beso a cada uno y se sentó frente al sofá que ocupaban sus padres.

-Tengo que anunciaros algo importante y os ruego que antes de decirme nada debéis saber que os quiero más que a nada ni nadie en este mundo, y que a pesar de que no os va a gustar lo que os voy a contar, os diré que estoy firmemente decidida a seguir adelante y a encarar con firmeza mi futuro.

-¡Esta hija nuestra se nos va de casa, Gregorio!

-Sí mamá, me iré si vosotros me lo pedís.

-Entonces ¿es otra cosa? –contestó Elisa.

         A partir de ese momento Cristina agachó la cabeza y comenzó a contarles su circunstancia, ante un silencio absoluto por parte de sus padres, que le escuchaban inmóviles y sin interrumpirla. Tras el relato de aquella mala experiencia, hizo una pequeña pausa, tragó saliva y no pudo terminar su exposición, ya que cuando iba a continuar pidiéndoles perdón por lo que había hecho y por haberlos defraudado, su padre se levantó de repente, se dirigió a ella y la abrazó, mientras Elisa, emocionada, rompía en llanto.

-Hija –comenzó a decirle Gregorio- sabes que soy persona recta y formal y que tu madre y yo te hemos educado como mejor hemos podido pero siempre basándonos en los principios de honradez, decencia, bondad y solidaridad con los más necesitados. Te hemos dado una libertad de la que nunca has abusado. Ni en esta ocasión podemos decir que lo hayas hecho, ya que has sido engañada y forzada por un desalmado que se ha aprovechado de ti, que aunque mayor de edad y responsable de tus actos, irradias pura inocencia. No tienes que preocuparte por nada relacionado con este embarazo. Vamos a estar siempre a tu lado y te vamos a ayudar y apoyar todo en lo que podamos.

IV

Aquel fin de semana Leandro decidió visitar la Expo92, que había sido inaugurada hacía pocas semanas. No tenía guardia y le apetecía tanto a él como a su familia conocer, por fin, lo que había oído de aquella monumental obra de extraordinaria extensión y organización; deseaba visitar pabellones y pasear por sus anchas aceras a los lados de amplias avenidas y extensas zonas verdes y arboledas, con un microclima especial para soportar el calor húmedo del Guadalquivir a su paso por Sevilla.

         Dentro del recinto ferial, tras informarse del procedimiento de visitas, comenzaron a recorrer pabellones. Cuando llegó la hora de comer, los niños llevaban un rato reivindicando su necesidad. Así que se dirigieron a pie a uno de los restaurantes cercanos al pabellón por el que comenzarían la visita de la tarde.

         Por el camino, le llamó la atención una pareja de jóvenes, embarazada ella, que llevaban de la mano a un niño que jugueteaba con el padre.

         -¿No es aquella chica embarazada que viene por ahí la hija de Gregorio, el guardia civil que se fue inesperadamente del pueblo hace cinco años?

         -Sí, se parece, pero no creo que sea ella. Estaba soltera cuando dejaron el pueblo. No ha pasado tanto tiempo como para casarse y de tener un hijo de esa edad.

         Habían transcurrido unos segundos tras cruzarse ambas familias cuando oyó su nombre y volvió la cabeza.

         -¿Don Leandro?

         -Sí. ¿Quién eres? –dijo simulando desconocimiento.

         Efectivamente el médico había acertado en el comentario que había hecho a su mujer sobre la identidad de la chica. Se saludaron e hicieron las presentaciones oportunas y como todos iban al mismo restaurante, Leandro propuso comer juntos y así ponerse al día.

Cristina apenas tomó bocado. No paraba de hablar. Estaba eufórica con el encuentro. Tenía que contarle a la persona a quien había confiado su secreto y que en su día se había ofrecido a ayudarla, que aquella consulta y sus palabras y gestos durante la misma, le habían servido de mucho para encarar su decisión y su futuro.

Les contó lo agradecida que estaba a sus padres por el sacrificio que habían hecho y por su comprensión. En el nuevo cuartel adonde su padre solicitó traslado, lejos de Olivares, fueron muy bien acogidos y se integraron pronto en el pueblo. Cuando nació Salvio se sintió muy arropada por las otras familias del cuartel. Poco a poco fue saliendo a la calle y aumentando su círculo de amistades. Un día apareció Jorge  y desde entonces no cesaron de surgirle buenas nuevas en su vida. Encontró trabajo al año de nacer el niño, se casaron poco después y se fueron a vivir a la casita de soltero de Jorge, donde pensaban permanecer algunos años y posteriormente se construirían otra más amplia. Su padre estaba a punto de jubilarse y tenían previsto quedarse a vivir cerca de su hija para ayudarle a criar a los niños.

Su marido había reconocido legalmente a Salvio y le dio sus apellidos. Intentaron darle una hermanita, pero en la última revisión el ecógrafo descubrió que era otro varón, al que le pondrán de nombre Alvaro.

Continuaron hablando sin preocuparse por el tiempo hasta que un camarero les indicó que ya era tarde y tenían que recoger las mesas para dejarlas preparadas para las cenas.

Se despidieron con la promesa de volverse a ver y Cristina regresaría con toda la familia a Olivares a enseñar a Salvio el pueblo donde fue concebido.


sábado, 14 de noviembre de 2020

Pasión por la escritura

 

Desde pequeño me ha gustado escribir. Comencé a hacerlo en el internado, rellenando las hojas de mi diario, narrando lo que me había sucedido durante aquella jornada. Conforme fui cumpliendo años, se fueron distanciando las citas y encuentros conmigo mismo.

Va pasando el tiempo y va aumentando mi edad, pero también voy teniendo experiencias, conociendo más personas, contemplando prodigios, viviendo emociones y siempre he deseado que llegara el momento en el que pudiera dedicar unas horas a mi persona para poder llevar a cabo muchas tareas que me gustan y hasta ahora no he podido dedicarme a disfrutarlas.

Como he comentado antes he tenido relegada la escritura durante años a una ocupación testimonial inversamente proporcional a la intensidad de experiencias que como médico rural iba teniendo. Me repetía continuamente que todas esas historias tenía que escribirlas para que sirvieran a los demás: mis compañeros y la población en general. Serviría para que mis jóvenes colegas recién terminada su formación conocieran la parte atractiva de la vida rural y  la convivencia directa con los vecinos durante una larga etapa. En mi caso he llegado a conocer –no simultáneamente- hasta siete generaciones de una misma familia: bisabuelos, abuelos, padres, paciente, hijos, nietos y bisnietos. Esa linealidad –como la llamamos los médicos de familia- en la atención a las personas y a la comunidad es muy satisfactoria y agradecida, así como sentir el cariño, la confianza y el reconocimiento de los vecinos es muy gratificante.

Cargar con la responsabilidad que supone la labor preventiva y de promoción de la salud empoderando a los ciudadanos enseñándoles a autocuidarse es muy importante. Que sientan seguridad en la confianza de que su médico está allí con ellos y que se preocupa no solo de su salud sino de otros factores que influyen sobre ella, como el medio ambiente, la herencia genética, la situación socio-económico-laboral de cada familia, el estado de ánimo, la educación, además del sistema sanitario.

Cada línea de las escritas más arriba va cargada de multitud de experiencias y anécdotas. Creo firmemente que narrándolas, mis jóvenes compañeros que terminan la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria se animarían a venirse a los pueblos, dentro de los cuales yo les recomendaría que escogiesen los más pequeños.

También serviría a los vecinos de estas poblaciones no solo a sentirse más protegidos sino también a concienciarse de aspectos desconocidos para ellos que compensarían necesidades no sentidas hasta que no se les ha enseñado la importancia de cubrirlas.

Todo lo dicho anteriormente, adornado de ejemplos de casos concretos que amenizarían y harían atractiva la lectura, escrito con sentimiento y cariño, se podría plasmar en una novela, que podría no ser original, ya que hay algunas similares ya escritas. Pero serían mis relatos, sería mi vida y la visión que tengo de ella y del sufrimiento y de la muerte. Aunque no sería las última. Muchas de las vivencias que narrara en esta primera, darían lugar a otras no menos atractivas.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Camino del Examen de mi vida

 Aquel trueno fue muy oportuno. Nos despertamos sobresaltados, ya que el sonido del mismo y el resplandor del relámpago casi simultáneo nos asustaron. Nos llevamos otra impresión al mirar el reloj: se nos había olvidado programarlo para que nos despertara una hora antes de la habitual y ya pasaban diez minutos de ese momento.

Con el ruido de fondo de tormenta y el agua-viento castigando las ventanas nos vestimos con rapidez. Sin sentarnos, tomamos un café con un par de galletas. Saqué el coche y nos alejamos de la casa mientras veía por el retrovisor cómo se cerraba la puerta de la cochera. 

Ese día era muy importante para mí. De aquel examen-oposición dependía nuestro futuro.  Por eso había pensado levantarme con tiempo suficiente para recorrer tranquilo los ciento treinta kilómetros que separaban nuestro domicilio del lugar donde se celebraría la prueba.

El agua continuaba cayendo sin clemencia. La visibilidad estaba muy reducida. Conducía despacio y con mucha precaución. Aunque restaba aún tiempo suficiente para llegar a la hora del comienzo del examen, comencé a observar con inquietud el avance de los dígitos del reloj y a calcular. De repente un ruido extraño y continuado a la par que cimbreante me puso en alerta.

La Primera Comunión

 

Nos levantamos muy temprano aquella mañana de domingo. Mejor, tengo que decir, que nos despertó Jacinto, nuestro hijo mayor, poniendo el sonido del tocadiscos a todo volumen reproduciendo “Primavera” de Vivaldi. Sabía que a su madre y a mí nos encantaba escuchar Las Cuatro estaciones y aquella mañana, que era especial para él, nos gratificó de esa manera.

         -¡Papá, mamá, levantaos ya! Tenemos que llegar con tiempo a la iglesia.

         -Ya vamos, ya vamos, decíamos mientras él se abrazaba a nosotros muy sonriente y diciéndonos que era un día grande –como les había dicho el cura- ya que iban a recibir al Señor.

Sus dos hermanos pequeños, Sonia y Pepe, lo acompañaban haciendo coro con él. Habían subido las persianas y un sol espléndido iluminaba la casa.

         Después de desayunar, asearnos y vestirnos nos dirigimos a la iglesia para participar en la ceremonia de la primera comunión de los niños del grupo de Jacinto, quien caminaba con empaque y muy en su papel de protagonista, consciente del punto de inflexión que aquel acto iba a suponer en su vida. Mientras sus hermanos saltaban alrededor de nosotros.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Diálogo entre dos amigos

 

Parecía imposible lo que estaba viendo: Un señor muy mayor, vestido con deslucida sotana negra pasaba delante de mí con lento caminar. Aún así guardaba un porte que me recordaba a Don José, el cura de mi pueblo siendo yo pequeño.

-¿Don José? –le llamé.

El sacerdote se volvió lentamente asintiendo que así se llamaba.

-¿Es usted Don José Salas Giménez, con “G”?

-Sí, así me llamo.

-Soy Benjamín García Salteras, antiguo monaguillo suyo cuando estuvo de párroco en Quilva. 

-Déjame recordar. Dame algún dato más, alguna anécdota.

-Con usted, tengo muchas, pero hay una que no habrá olvidado. Una Semana Santa me encargó que le buscara doce jóvenes que harían de apóstoles y les lavaría los pies durante los oficios del Jueves Santo.

-¡No sigas! Yaaaa yaaa recuerdo. ¡Qué poca vergüenza! ¡Qué indignidad!¡Qué falta de respeto! ¡Cómo olvidarlo, si os expulsé de la iglesia atosados de risa. Aún no sé por qué os reíais.

-¿No dedujo usted el porqué? ¿No se dio cuenta que fue inmediatamente después de quitarse el calcetín Antonio Ramal, cuando se inundó la iglesia de un putrefacto olor que nos provocó la risa después de intentar contenernos?

-¡Ya te he reconocido! Te diré que tengo otra anécdota aún más grave.

-Cuéntemela Don José.

-También sucedió en Semana Santa, tiempo en el que se formaban largas filas de hombres para confesarse. Aquel día me llamó la atención que la cola no entraba en la iglesia sino que le daban la espalda y aguardaban turno para entrar en los camerinos del teatro que cada año se instalaba en la explanada esperando la feria, que comenzaba diez días después. Te puedes imaginar los coscorrones y bastonazos que repartí aquella noche y la vergüenza que pasé.

domingo, 18 de octubre de 2020

El primer beso (II)

 

De adolescente preguntaba cómo sería mi primera experiencia oral-osculatoria. Llevaba unas semanas saliendo con una chica que me hacía sentir algo especial y diferente, como si en mi interior se reprodujera alguna canción de Adamo. Mi pensamiento estaba siempre ocupado viendo su imagen, su sonrisa, su tacto cuando uníamos nuestras manos, su olor, su cabello rubio cubriéndole la cara, su simpatía. Pero ¿cómo sería su sabor?

Aquella tarde lluviosa decidimos ir al cine. Por el camino bajo el paraguas aproximamos nuestros cuerpos y nuestras cabezas se aproximaron juguetonamente y nuestras frías mejillas prolongaban sus encuentros aproximando tímidamente las comisuras bucales.

Comenzada la película y esperando una escena en la que predominara mayor oscuridad, después de haber hecho algunas maniobras posicionales con mi pierna derecha y aproximado mi mano a su cabeza, giré la suya, me miró con lánguidos ojos, nos abrazamos unos segundos para después unir nuestros deseosos labios en un beso inicial y tímido que se fue repitiendo a lo largo de la tarde.

El primer beso (I)

 

Llevaba algún tiempo pensando en atreverme a besarla y deseando que llegara ese momento. Y llegó aquella tarde, en el cine.

Comenzó la sesión con el NO-DO obligatorio y esperé al comienzo de la película –de la que no recuerdo el título- para hacer movimientos acomodaticios en la butaca y que ella se diera cuenta del acercamiento y así yo valoraba si mi estrategia progresaba adecuadamente. Iba a ser la primera vez y no podía fallar.

Aquellos asientos de entonces permitían aproximar tu muslo y presionarlo con el de quien tenías  tu lado. ¡Funcionó! Después, disimuladamente, pasé mi brazo derecho por encima de sus hombros, sin tocarlos, y lo apoyé en la parte superior del respaldo de su butaca y comencé a darle toquecitos en su hombro tanteando su aceptación. ¡Vamos bien! Poco a poco mi mano, tocando su mejilla haciéndole girar su cabeza suavemente. Me miró, yo la miré y nos besamos.

domingo, 11 de octubre de 2020

La casa de los amigos de mis padres

 

Nuestros padres nos llevaron a casa de mi amiga Angie que vivía en el campo. Nos gustaba ir porque alrededor de la misma había una viña y en esos días, podíamos probar las uvas, ya que estaban en plena recolección de las mismas. Además nos gustaba ver cómo las cogían y ayudábamos a hacerlo.

Aquel día entramos directamente en casa, ya que había tormenta y llovía. Ya dentro de la casa nos alegramos al percibir nuestra nariz el olor a bizcocho que estaba elaborando Enriqueta. Entramos en la cocina a saludarla y nos indicó que pasásemos a las habitaciones del servicio a hacer lo mismo con los demás trabajadores. Allí nos encontraron nuestros amigos Angie y Juanjo con quienes nos fuimos a jugar al cuarto de los juguetes, que lindaba con una salita donde estaba mamá y Lourdes. Al fondo, al lado de la cocina, estaba el comedor y frente a el estaba el salón donde me asustaba entrar, ya que colgaban de sus paredes muchas cabezas de animales.

Luego, los niños, nos subimos a la planta de arriba a observar detrás de los cristales de las habitaciones los relámpagos y oír los truenos.

La casa de nuestros amigos

 

La casa de nuestros amigos Fernando y Lourdes estaba en una rodeada de vides, aquella tarde mojadas por la lluvia, que despedían un olor que evocaba muchos recuerdos. Conforme nos acercábamos a la enorme puerta del caserón sufríamos la aspereza de las piedras del suelo, en las plantas de nuestros pies.

No había subido nunca a la planta de arriba. Sí conocía la bodega, que ocupaba todo el sótano de la vivienda. Allí reposaba el vino de cosechas anteriores, en ciento cuarenta barricas de madera.

Aquel día sugirió mi amigo subirnos a la biblioteca, ya que ni en la bodega ni en el salón de la planta baja había luz suficiente debido a la oscuridad que producían las nubes de la tarde. Conocimos así las seis habitaciones con cuarto de baño, así como la biblioteca, repleta de libros antiguos y una vieja gramola que aún sonaba.

En la planta baja, emanando característico olor a especias, se encontraba la cocina, las habitaciones del servicio y un amplio salón ornamentado con los trofeos de caza de Fernando, así como una pequeña sala de cine, una salita para las féminas y el comedor  donde probamos, como siempre, el sabroso bizcocho que elaboraba la chacha.

lunes, 5 de octubre de 2020

Borrador de una impresión

 Querida Carmen:

Después de leer tu artículo, perdón por mi falta de tiempo, aunque un poco tarde, llego a la conclusión de que te has curado casi del todo de tu timidez, si es que alguna vez la padeciste.
Desde que sentí por primera vez tu enigmática mirada, te he seguido. He querido conocerte personalmente, e incluso entablar amistad, porque en esa mirada intuyo que hay mucha vivencia escondida, que me gustaría conocer para enriquecer mi conocimiento de las personas. Pero soy un pobre y sencillo médico rural que, renunciando a hospitales seguros y laboratorios de investigación, decidió en su momento servir como "misionero" en el pueblo donde ha decidido terminar sus días (fin lejano, espero) entregado a engrandecer a las personas y a hacerlas felices.
Pero, dejando mi historia, que es apasionante (lo digo yo, pecando de inmodestia, porque mis abuelos fallecieron ya hace años), pasemos a hablar de tu timidez.
¿Timidez? Te he leído decir que cuando pequeña eras un poco pasada de kilos. Me da la impresión de que aunque estuvieras "acomplejada" (que no lo creo) por aquella figura, interiormente alimentabas tu espíritu con ese "ya verán" que te hizo producir en tu interior una serie de reacciones neuroendocrinas que llevaron a transformarte. Tu "timidez" de entonces no era timidez, ni siquiera complejo, sino falta de sincronización formal: tu forma física no coincidía con tu forma espiritual, sí con tu sentimiento vital.
Termino y no distraigo más tu atención. Si no he conseguido variar en algo tu opinión acerca de tu timidez, te ruego perdones mi atrevimiento por pensar y escribir como lo he hecho, y sobre todo por haberte hecho perder tu precioso tiempo.
Un beso.

sábado, 3 de octubre de 2020

MI TIA ROSA

Entré hasta el fondo de la casa buscando a mi tía-abuela, de quien su hermana me había gritado despectivamente que estaba “por ahí adentro”.

-¡Tita, tita! ¿Dónde estás? –Iba diciendo mientras me adentraba hasta el corral por aquel corredor, oscurecido, ya que acababa de ponerse el sol.

Un sonido familiar llegó a mis oídos y me extrañó porque sabía que no había animales en la casa, pero lo que se oía era lo mismo que cuando meaba una yegua. Era mi tía que, de pie con las enaguas remangadas y con las piernas abiertas, estaba orinando. La impresión me hizo salir corriendo en sentido contrario y esperarla rogando a Dios que no me hubiera visto.

La esperé al final del pasillo que se oscureció aún más al volver mi chacha, corpulenta y algo obesa, que se alegró al verme. Con una amplia sonrisa me saludó dándome un abrazo con muchos besos, al que yo respondí temerosamente, disfrutando de la suavidad de su cara, blanca y aterciopelada, sin arrugas, a la par que apreciaba el olor a jabón Lifebuoy con el que acostumbraba lavarse. Aquella tarde se había recogido su pelo canoso y liso en un moño bajo, lo que era señal de que esperaba visita de compromiso, ya que no era muy dada a las relaciones sociales, a pesar de que en su juventud había tenido amistades de postín.

-¡Hola pequeño! ¿No vendrás a pedirme los dos reales?, que hoy no es domingo.

Su saludo cariñoso –opuesto a los de su hermana, huraña y poco familiar-  se completó regalándome una flor de dulce elaborada por ella, que nos deleitaba el paladar a los pocos que teníamos el privilegio de conseguirlas. Sus ojos claros brillaron de emoción al ver que aquel niño disfrutaba de algo que había creado ella.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Un olvido fatal que al final no lo fué

 

Había preparado a fondo su conferencia. Esta era una ocasión especial, ya que se trataba de un Congreso Mundial y él quería lucirse no solo por prurito profesional, sino también porque quería dejar muy alto el pabellón científico de su País. Juan quería presentar el desarrollo de una investigación que llevaba a cabo con su equipo de científicos, que suponía un importante avance en el conocimiento de una enfermedad para la que, hasta la fecha, no se había encontrado remedio.

Faltaban tres horas para su intervención y se preparó a repasar su charla. Buscó el pendrive donde tenía grabada la presentación y no lo encontró a pesar de registrar todos los rincones de su mochila y de su vestimenta. De repente comenzó a angustiarse al darse cuenta de que lo había dejado olvidado en casa de un compañero de promoción a quien visitó de paso, camino de la ciudad sede del evento y con quien ensayó la presentación de su ponencia.

Esta vez no había tomado la precaución, como en otras ocasiones,  de enviar previamente el archivo a la Secretaría Técnica o de haberlo subido a Google Drive. Ese pequeño elemento, con capacidad para contener la información de una biblioteca, era imprescindible en su disertación, ya que contenía unos esquemas visuales dinámicos que facilitaban la comprensión de su descubrimiento.

Conforme disminuía el tiempo que le quedaba para su disertación, aumentaba su angustia: era imposible recuperar el pendrive con tiempo de poder utilizarlo.

Estudió otras posibilidades para remediar la catástrofe, pero todas pasaban por recuperar la pieza; algo que era imposible dada la distancia que los separaba y el tiempo que restaba para su intervención. Estaba tan sumido en su preocupación que no oyó sonar insistentemente su móvil. La suerte estaba echada. ¡Qué fatalidad!

Media hora antes del evento, Juan se dirigió a pie al Palacio de Congresos, a anunciar a los organizadores que le era imposible dar la conferencia y explicarles el motivo.

-      ¡Hola Juan! –oyó a sus espaldas. Se volvió a ver quien lo llamaba.

-      ¡Qué sorpresa Jacinto! ¡Qué alegría verte de nuevo!

-      Te he llamado por teléfono sin éxito. Quería darte una sorpresa y de paso entregarte esto que me ha dado Saturnino, a quien he visitado, como siempre hacemos, al pasar por su pueblo, -decía mientras le enseñaba en su mano el pendrive olvidado.

 


domingo, 20 de septiembre de 2020

MIEDO A DORMIR. MIEDO A SOÑAR

     Últimamente, por la noche, cuando me voy a dormir, tengo miedo a soñar. Una experiencia desagradable aflora en mis sueños muchas noches. Siempre he pensado que los sueños no se repiten, sino que es la misma fantasía, esa noche, en la que se reiteran las escenas y acontecimientos varias veces y al despertarte tienes la sensación de que esa misma ensoñación la has tenido en otras ocasiones y, ya despierto, te cuestionas si mañana o pasado volverás a pasar por ese mismo trance.

Tengo miedo a dormirme porque sé que voy a tener esa misma pesadilla: deambulo por una ciudad con un destino conocido, pasando por sitios que me son familiares, pero si tomo una calle que no conozco -y lo hago porque intuyo que voy a atrochar y así llego antes a mi destino- esa partir de ahí cuando comienzo a sentir miedo: entro en un barrio de casas señoriales, palacios, templos, pensiones, suelos de adoquines, grises paredes de bloques de piedra, todo en estado de abandono. Nadie por las calles, oscuridad y tenebrosidad, acompañadas de una enervante música de fondo. Me intranquilizo tanto que deseo salir corriendo de allí. Aparece entonces un grupo de jóvenes que se aproximan sonrientes y temo que la expresión de sus caras no es buena ni amigable. 

  • ¿Qué se te ha perdido por aquí?¿No sabes que es peligroso pasar por este barrio?
  • No, no sabía nada. Es la primera vez que paso por esta calle -contesto temblando.
  • Bueno, amigo, no te preocupes que vamos a protegerte -dice el jefecillo del grupo, aproximándose a mí y exagerando la sonrisa, lo que me impresiona muy negativamente.

Se aproxima aún más y saca una navaja automática de grandes dimensiones que se abre al salir del bolsillo y me la coloca en el cuello, lo que me deja totalmente inmóvil. Al mismo tiempo, sus acompañantes me rodean y comienzan a recoger mi cartera, monedero, móvil, reloj, anillo que el líder me gritaba que les fuera entregando.

No sé qué ocurre después, ya que llegado ese momento me despierto empapado en un sudor frío y profuso, con el corazón galopando y una respiración tremendamente agitada.

Me quedo sin saber si al final descubren y me roban los cinco mil euros que llevaba, escondidos en mi cinturón, para devolver a un amigo que me los había prestado.

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

Angustia y miedo

 Era muy temprano aquella mañana cuando Emilia tocaba con insistencia el timbre del Centro Médico. Elena la auxiliar de clínica -que a puerta cerrada preparaba las consultas- intuyó que se trataba de algo urgente y se apresuró a abrir la puerta.

-      Buenos días. ¿Qué ocurre señora? –preguntó Elena.

-      Vengo a hablar con el doctor. Mi hija y toda su y la de su esposo familia –narraba Emilia con lágrimas asomándole en los ojos-están contagiados por el coronavirus y no saben qué hacer. Les han comunicado esta mañana que han salido todos positivos en los test que les realizaron anteayer. Los abuelos de su marido están ingresados y él está con fiebre y mucha tos y ahogo.

-      No se preocupe usted. Ahora mismo llamo a D. Santiago por teléfono, ya que hoy no tenía intención de venir, y le digo que contacte con ustedes. Ya verá como les encuentra solución.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

El valor de los silencios

 "Si hay silencio, siempre hay algo para escuchar" (Marcelo Cotton)

Paz, remanso de agua dulce, tranquilidad, bellos paisajes, niñez, gorjeo de pájaros, honestidad, inocencia, lluvia plácida, conciencia tranquila, honradez, satisfacción, motivación, poesía, jardín florido, orgullo por lo que haces, y otros muchos más son sentimientos y sugerencias que aparecen cuando una persona-PERSONA se encuentra en condiciones psíquicas de “sentir el silencio”.
Puedo afirmar que quienes sienten estos silencios, que son siempre POSITIVOS, están continuamente predispuestos a favorecer intervenciones POSITIVAS, que ayuden a mejorar la situación de alguien y en definitiva, con insistencia, sumadas estas actuaciones, una y otra vez, granito a granito, colaboran mejorando el Mundo, uniendo a las personas y creando solidaridad.
Sin embargo, hay otros silencios NEGATIVOS, perversos, que son utilizados por los agentes del mal para deteriorar la convivencia, alimentar la envidia entre las personas en un alarde de desprecio a la solidaridad, como VALOR fundamental.
Afortunadamente se produce un equilibrio de fuerzas y aunque parezca que ganan los que provocan los males, porque aparecen más en los medios de comunicación, observo con optimismo que, aunque con mucho esfuerzo, al final el bien se impone sobre el mal. Los terroristas no ganarán al final. Estoy seguro. Tampoco se saldrán con la suya los traficantes, de drogas o de personas, aunque ahora se estén forrando con sus sucios negocios. No pasará la corrupción. No vencerán al final aquellos que para conservar sus prebendas, blindajes o mantenerse protegidos con demoras de procesos judiciales pendientes, usen y abusen de la maledicencia y de silencios negativos.
De nada les vale a estos destructores de la humanidad hablar mal de personas honradas, desprestigiándolas con falsedades o silenciando méritos de posibles competidores que en realidad no lo son, sino que son fantasmas creados por sus malévolas imaginaciones. Creen que son rivales porque son líderes en sus respectivas comunidades, respetados, seguidos y obedecidos. Líderes que son ejemplo para la juventud, que confía en ellos: patrocinan y promueven proyectos importantes para la población que siempre, de una u otra manera, llegan eficientemente a su fin, esto es, son implementados una vez finalizados y son proyectos útiles para la sociedad.
Envidia carroñera. Celos por falta de preparación y formación. En lugar de emplear su tiempo en formarse con el objetivo de servir mejor a los demás, lo hacen difamando, hablando en contra, buscando justificaciones falsas o endosando culpabilidades a quienes creen que les pueden hacer sombra. No se forman, sino que se informan de cómo obtener beneficios apoyándose en sus privilegiadas posiciones: oyendo, que no escuchando, tomando notas, permitiendo inmoralidades, dejando de hacer, inhibiéndose y SILENCIANDO.
Silencios negativos. Silencios que no solo son dejar de hablar bien de alguien o no desmentir algo que conocen y que malinterpretan otros. Silencios a la hora de pedir algo para tu tierra. Silencios egoístas de informaciones que ocultan peligros incluso para sus allegados. Inhibiciones que llevan a la proliferación de la droga y al aumento de muertes por accidentes de tráfico de jóvenes inocentes. Abstenciones que provocan un aumento del fracaso escolar, un empeoramiento de la situación sanitaria y de las condiciones sociales de los más necesitados, retrasos en la obtención de subvenciones tan necesarias para el desarrollo poblacional.

Silencios, inhibiciones y abstenciones que aburren a los más activos, quienes al final optan por tirar la toalla y dejar de participar.
Lo más grave y detestable de estos silencios negativos es que al final consiguen hacer daño, mucho daño, y no hay peor mal que aquel que lleva a perder la ilusión y la motivación, la solidaridad y el compañerismo, la entrega y el optimismo. Destrucción de valores fundamentales.
Es hora de descubrir y desenmascarar esos silencios negativos.

jueves, 20 de agosto de 2020

Verano especial

 Aquel verano fue especial. No disfrutó del automóvil de su padre y no subió al campanario a llamar a los feligreses, pero fueron unas vacaciones inolvidables. Sus primos lo habían invitado a su finca para ayudarles en las labores del campo. Había estado allí en otras ocasiones, pero nunca durante 15 días como ahora. Se levantaba al amanecer y ayudaba a sus primos: Aprendió a ordeñar cabras, a segar el trigo, a trillar en la era y a hacer pacas de paja. Sudó, sintió la sed y el picor producido al mezclarse sudor y polvillo de la trilla, pero también la satisfacción y el placer del baño en las lagunas que en verano dejaba el río cuando disminuía su caudal  interrumpía su cauce. Después leía hasta que se ponía el sol y el negro discurrir de la noche se aliviaba con la luz de un candil de aceite.

martes, 18 de agosto de 2020

Déjà Vu, miedo a soñar lo mismo

 Aquella noche volvió a castigarle el mismo negro sueño. En repetidas ocasiones le habían despertado unas pesadillas que se desarrollaban en lugares y calles diferentes - algunas conocidas – y que tenían de común denominador el final: acababa siendo atracado o perseguido con la intención de robarle. Comenzaba caminando por una calle que le era familiar con un destino conocido, pero si se volvía o rectificaba su ruta, comenzaba su zozobra, du “deja vu”: Al volverse para cambiar su itinerario, inmediatamente se introducía por  unas calles adoquinadas, donde no entraba el sol ni automóvil ni persona, edificios ruinosos abandonados sobre los que destacaba el viejo campanario de una iglesia derruida. Se encontraba con personas que se dirigían hacia él y si echaba a correr, los otros lo perseguían hasta darle alcance, tras sentir cómo las piernas le fallaban. Un sudor frío le recorría su cuerpo y lo despertaba una enorme sed.

sábado, 16 de mayo de 2020

Fallece Julio Anguita

El día de hoy ha fallecido Julio Anguita.

El Califa del Pueblo (en este enlace encontrará un artículo sobre él publicado en La Marea)

Siento mucho la pérdida de un gran hombre, de una persona honesta, trabajadora, ejemplar, sencilla, sincera, directa, íntegra, buen político de los que nos hacen falta hoy: un verdadero LÍDER. Lo conocí en los comienzos de la Democracia, ya que coincidimos como alcaldes, el de Córdoba y yo de Monturque, y los dos eramos miembros de la Comisión de Colaboración del Estado con las Corporaciones Locales y tuvimos relación. Persona que ha sido y seguirá siendo referente para muchos, respetado por todos los signos y pensamientos. Será difícil que muera de verdad, ya que pertenece a una clase de hombres y mujeres que siguen vivos mientras no se les olvide. Y a Julio será difícil de olvidar.
Mi más sentido pésame a familiares, amigos, compañeros y a todos quienes lo apreciaban.







jueves, 7 de mayo de 2020

El futuro que nos espera

El futuro que nos espera

Artículo de Dr. Bernabé Galán Sánchez, publicado en Diario Córdoba el día 7 de Mayo de 2020

El futuro que nos espera

Bernabé Galán Sánchez
 
Presidente del Colegio de Médicos de Córdoba

En estos primeros días del comienzo a la vuelta a una ansiada normalidad en nuestras vidas, es conveniente meditar sobre lo que ha ocurrido y lo que en adelante nos espera. No vale pensar lo que en ocasiones críticas se dice de «que cualquier tiempo pasado fue mejor», aunque pensemos que el futuro será peor, tenemos que elevar nuestro optimismo y hacer que el porvenir nos sea favorable. Para ello hemos de ser conscientes de que ahora viene lo más difícil y que todos tenemos que trabajar mucho en conseguirlo.Va a ser complicado después de haber soportado los fallos repetidos de un mando único que no ha sabido gestionar y que ha ido modificando continuamente su actuación a base de errores imperdonables que han causado mucho dolor y desolación. El pueblo español se ha visto desprotegido y en especial el personal sanitario que se ha encontrado indefenso y sin medios ante un peligroso enemigo desconocido, siendo muy lamentable el elevado número de sanitarios contagiados y fallecidos.

Esos profesionales que han frenado el avance del virus, a costa de su salud y de sus vidas, son ahora quienes tienen la responsabilidad de compatibilizar la atención a las demás patologías, que quedaron en suspenso durante el periodo álgido de la pandemia, con la continuación de la misma, ya que nos tenemos que convencer de que Esto no ha terminado, sino que por el contrario seguimos en peligro si no tenemos presentes algunas ideas básicas que todo español debe interiorizar y asumir. A partir de ahora, la ciudadanía, individualmente ha de responsabilizarse aún más para no volver atrás y que un rebrote de la pandemia sea todavía más calamitoso.
Debe quedar claro para el futuro, la importancia y el protagonismo que hay que darle a la Atención Primaria de Salud y a la Salud Pública, amén de la Educación Ciudadana, que exigirá un plus de responsabilidad y de concienciación individual y colectiva. Pero también es necesaria la aparición de líderes que sepan llevar a buen puerto esta desescalada y también los actuales deben hacer un ejercicio de humildad y de contricción, pedir perdón, reconocer los errores y ponerse de acuerdo todos los partidos políticos para ofrecer soluciones al pueblo, que sean reales y efectivas, lo que debe suponer, de entrada, un cambio en las estructuras de los poderes, tanto en sus funciones, como en su composición y número, así como una aproximación a la realidad social y económica de nuestro país y de sus ciudadanos para ser consecuentes con la misma.
Los medios de comunicación serán otro factor fundamental en el restablecimiento de la normalidad, tanto los establecidos formalmente, los más profesionales (prensa, radio, TV) como los informales y redes sociales. Hasta ahora, los mensajes emitidos no han colaborado en que la gente tenga una percepción de gravedad de la situación, lo que puede llevar a una pérdida de interés y abandono o relajación en las precauciones que se han de tener para no contagiarse. Si queremos salir bien parados, todos deben anteponer la ética y la responsabilidad a sus intereses particulares.
Veo oportuna la desescalada, aunque deberían dar mayor participación a los gobiernos autonómicos a la par que insistir en el cumplimiento de las medidas preventivas. El estado de alarma y privación de libertades no debería prolongarse más, ya que lleva a mayor enfrentamiento ideológico en la población, viendo cómo se están tomando decisiones que están en el límite de la legalidad y que afectan al futuro de todos.
Se puede seguir con el desconfinamiento progresivo, paso a paso, controlando contundentemente las medidas preventivas y abriendo establecimientos con seguridad
Toca dar mensajes positivos, alentadores, optimistas, reales, válidos y provechosos para el objetivo que nos proponemos cual es seguir cuidando nuestra salud, evitando dar pasos atrás, que pueden ser muy peligrosos y volver lo antes posible a una prosperidad económica que todos deseamos y que marcará el futuro de un Estado saludable y feliz.


martes, 5 de mayo de 2020

Horizontes

 Desde hace unos días me despierto oyendo el trino de los pájaros posados en las ramas de los árboles del patio de mi casa. El sol parece que ha dejado su enojo y vuelve a acompañarnos después de una prolongada ausencia. Las vegetación ha comenzado una rápida eclosión floral preludio de una hermosa primavera.

A pesar de este positivo pronóstico estacional, en lo que al ánimo se refiere, aparecen unos nubarrones en el horizonte de nuestra Unidad de Gestión Clínica que pueden ensombrecer el brillo que emerge conforme se va descubriendo el diamante que permanecía oculto casi a ras de superficie en nuestra Zona Básica de Salud.
Y digo que aparecen nubarrones refiriéndome a la amenaza que se cierne sobre el futuro profesional casi inmediato de algunos de nuestros compañeros. No acabo de creerlo.
Ahora, cuando estamos despegando gracias a la cohesión y sincronización que vamos alcanzando, nos pueden quitar tres piezas fundamentales en nuestro engranaje. Otro parón. Si esto es así (ojalá no ocurra) nos tendrán que reponer las piezas que nos retiran. Pero ¿serán iguales? (mejores no lo creo). ¿Se integrarán rápida y eficazmente para que nuestra marcha no se detenga ni ralentice? ¿Trabajarán con la misma ilusión y energía?
Por último... ¿es posible hacer algo para que esto no ocurra?

viernes, 10 de abril de 2020

¿La mejor Sanidad del mundo?

De esta crisis tenemos que sacar cinco conclusiones:

1) Que el sistema sanitario español no es tan bueno si no fuese por sus profesionales. 

2) Nuestro sistema sanitario no está preparado para hacer frente a una pandemia ni para atender a una población cada vez más envejecida aunque con buena calidad de vida. Preparémoslo.

3) No se puede seguir humillando con unos salarios inapropiados a quienes mantienen la calidad y la calidez del Sistema Sanitario Español. 

4) No se puede mantener un Sistema Sanitario con 17 modelos distintos de entenderlo. 

5) En Sanidad no se pueden aplicar políticas restrictivas que posteriormente pueden influir en la vida de las personas.

Leer artículo de The New York Times

martes, 31 de marzo de 2020

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