sábado, 14 de noviembre de 2020

Pasión por la escritura

 

Desde pequeño me ha gustado escribir. Comencé a hacerlo en el internado, rellenando las hojas de mi diario, narrando lo que me había sucedido durante aquella jornada. Conforme fui cumpliendo años, se fueron distanciando las citas y encuentros conmigo mismo.

Va pasando el tiempo y va aumentando mi edad, pero también voy teniendo experiencias, conociendo más personas, contemplando prodigios, viviendo emociones y siempre he deseado que llegara el momento en el que pudiera dedicar unas horas a mi persona para poder llevar a cabo muchas tareas que me gustan y hasta ahora no he podido dedicarme a disfrutarlas.

Como he comentado antes he tenido relegada la escritura durante años a una ocupación testimonial inversamente proporcional a la intensidad de experiencias que como médico rural iba teniendo. Me repetía continuamente que todas esas historias tenía que escribirlas para que sirvieran a los demás: mis compañeros y la población en general. Serviría para que mis jóvenes colegas recién terminada su formación conocieran la parte atractiva de la vida rural y  la convivencia directa con los vecinos durante una larga etapa. En mi caso he llegado a conocer –no simultáneamente- hasta siete generaciones de una misma familia: bisabuelos, abuelos, padres, paciente, hijos, nietos y bisnietos. Esa linealidad –como la llamamos los médicos de familia- en la atención a las personas y a la comunidad es muy satisfactoria y agradecida, así como sentir el cariño, la confianza y el reconocimiento de los vecinos es muy gratificante.

Cargar con la responsabilidad que supone la labor preventiva y de promoción de la salud empoderando a los ciudadanos enseñándoles a autocuidarse es muy importante. Que sientan seguridad en la confianza de que su médico está allí con ellos y que se preocupa no solo de su salud sino de otros factores que influyen sobre ella, como el medio ambiente, la herencia genética, la situación socio-económico-laboral de cada familia, el estado de ánimo, la educación, además del sistema sanitario.

Cada línea de las escritas más arriba va cargada de multitud de experiencias y anécdotas. Creo firmemente que narrándolas, mis jóvenes compañeros que terminan la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria se animarían a venirse a los pueblos, dentro de los cuales yo les recomendaría que escogiesen los más pequeños.

También serviría a los vecinos de estas poblaciones no solo a sentirse más protegidos sino también a concienciarse de aspectos desconocidos para ellos que compensarían necesidades no sentidas hasta que no se les ha enseñado la importancia de cubrirlas.

Todo lo dicho anteriormente, adornado de ejemplos de casos concretos que amenizarían y harían atractiva la lectura, escrito con sentimiento y cariño, se podría plasmar en una novela, que podría no ser original, ya que hay algunas similares ya escritas. Pero serían mis relatos, sería mi vida y la visión que tengo de ella y del sufrimiento y de la muerte. Aunque no sería las última. Muchas de las vivencias que narrara en esta primera, darían lugar a otras no menos atractivas.

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