sábado, 7 de noviembre de 2020

Camino del Examen de mi vida

 Aquel trueno fue muy oportuno. Nos despertamos sobresaltados, ya que el sonido del mismo y el resplandor del relámpago casi simultáneo nos asustaron. Nos llevamos otra impresión al mirar el reloj: se nos había olvidado programarlo para que nos despertara una hora antes de la habitual y ya pasaban diez minutos de ese momento.

Con el ruido de fondo de tormenta y el agua-viento castigando las ventanas nos vestimos con rapidez. Sin sentarnos, tomamos un café con un par de galletas. Saqué el coche y nos alejamos de la casa mientras veía por el retrovisor cómo se cerraba la puerta de la cochera. 

Ese día era muy importante para mí. De aquel examen-oposición dependía nuestro futuro.  Por eso había pensado levantarme con tiempo suficiente para recorrer tranquilo los ciento treinta kilómetros que separaban nuestro domicilio del lugar donde se celebraría la prueba.

El agua continuaba cayendo sin clemencia. La visibilidad estaba muy reducida. Conducía despacio y con mucha precaución. Aunque restaba aún tiempo suficiente para llegar a la hora del comienzo del examen, comencé a observar con inquietud el avance de los dígitos del reloj y a calcular. De repente un ruido extraño y continuado a la par que cimbreante me puso en alerta.

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