domingo, 18 de octubre de 2020

El primer beso (II)

 

De adolescente preguntaba cómo sería mi primera experiencia oral-osculatoria. Llevaba unas semanas saliendo con una chica que me hacía sentir algo especial y diferente, como si en mi interior se reprodujera alguna canción de Adamo. Mi pensamiento estaba siempre ocupado viendo su imagen, su sonrisa, su tacto cuando uníamos nuestras manos, su olor, su cabello rubio cubriéndole la cara, su simpatía. Pero ¿cómo sería su sabor?

Aquella tarde lluviosa decidimos ir al cine. Por el camino bajo el paraguas aproximamos nuestros cuerpos y nuestras cabezas se aproximaron juguetonamente y nuestras frías mejillas prolongaban sus encuentros aproximando tímidamente las comisuras bucales.

Comenzada la película y esperando una escena en la que predominara mayor oscuridad, después de haber hecho algunas maniobras posicionales con mi pierna derecha y aproximado mi mano a su cabeza, giré la suya, me miró con lánguidos ojos, nos abrazamos unos segundos para después unir nuestros deseosos labios en un beso inicial y tímido que se fue repitiendo a lo largo de la tarde.

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