domingo, 11 de octubre de 2020

La casa de nuestros amigos

 

La casa de nuestros amigos Fernando y Lourdes estaba en una rodeada de vides, aquella tarde mojadas por la lluvia, que despedían un olor que evocaba muchos recuerdos. Conforme nos acercábamos a la enorme puerta del caserón sufríamos la aspereza de las piedras del suelo, en las plantas de nuestros pies.

No había subido nunca a la planta de arriba. Sí conocía la bodega, que ocupaba todo el sótano de la vivienda. Allí reposaba el vino de cosechas anteriores, en ciento cuarenta barricas de madera.

Aquel día sugirió mi amigo subirnos a la biblioteca, ya que ni en la bodega ni en el salón de la planta baja había luz suficiente debido a la oscuridad que producían las nubes de la tarde. Conocimos así las seis habitaciones con cuarto de baño, así como la biblioteca, repleta de libros antiguos y una vieja gramola que aún sonaba.

En la planta baja, emanando característico olor a especias, se encontraba la cocina, las habitaciones del servicio y un amplio salón ornamentado con los trofeos de caza de Fernando, así como una pequeña sala de cine, una salita para las féminas y el comedor  donde probamos, como siempre, el sabroso bizcocho que elaboraba la chacha.

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