Comenzaré confesando que todo mi ejercicio
profesional lo he desarrollado en el medio rural. Gracias a mi firme voluntad
de ejercer siempre en este entorno, comprendí desde un principio que para que
las personas modificaran sus equivocados hábitos y costumbres que atentaban
contra su salud, era conveniente estar con ellos, compartir su hábitat,
formarlos y predicar con el ejemplo.
Estar con
ellos, convivir, entrar en sus asociaciones y otros recursos sociales.
Formarlos, como he hecho siempre con actividades y coloquios tras las charlas en
todas y cada una de las aldeas y en los colegios. Predicar con el ejemplo,
llevando unos hábitos de vida saludables, que ellos aprecien que si tú lo haces
es porque es bueno y por lo tanto digno de imitar.
Durante años estuve acudiendo con asiduidad y de
una manera programada a todas y cada una de las aldeas que componen la Colonia
de Fuente Palmera. Para ello me había provisto de un proyector de diapositivas
(pagado por mí) y de material apropiado para ello, conseguido en el Ministerio
de Sanidad, ya que entonces no existían las Consejerías de Salud ni las
autonomías estaban configuradas.
Esta actuación por las aldeas, a pesar de tener
mucha aceptación y gran afluencia de personas, consideré que no era suficiente
para conseguir una modificación de hábitos y actitudes. En las conversaciones y
contactos posteriores con los vecinos, en la calle y en la consulta, llegué a
la conclusión de que lo que estaba realizando no era suficiente para ese cambio
de mentalidad que yo deseaba.
Fue entonces cuando intuí y deduje que lo que
había que hacer era programar a largo plazo y trabajar con los niños y con los
jóvenes, para que ellos nos sirvieran de vectores o agentes de salud en sus
casas, en sus familias, reforzando lo que yo, por otro lado estaba realizando
paralelamente con la sociedad acudiendo a las asociaciones y otras estructuras
sociales a instruirlos en normas básicas de cuidados de salud.
Para trabajar con niños y jóvenes, había que
contar con la imprescindible e importantísima ayuda del profesorado. Fue en la
década de los años 80 del pasado siglo cuando empecé a implementar estas ideas:
a principios de la década con los mayores y a mediados de la misma comencé con
los colegios.
Todo este trabajo está descrito en la publicación
a la que se puede acceder en el link:
https://issuu.com/progresoysalud/docs/actitudes_higienicas_y_educacio_n_p
y que presenté como tesina que
me puntuara para obtener la suficiencia investigadora previa a la obtención del
grado de Doctor.
De todo el trabajo expuesto en esta obra, yo
destacaría algunas ideas que escribí y que siguen teniendo vigencia en nuestros
días, ya que a casi nadie le ha dado por seguir trabajando en este sentido
y mucho menos a las distintas
Administraciones Públicas. Es muy loable y yo estoy ilusionado por ello, el
trabajo que está realizando Sheila Romera Aznar, Directora del programa Smart
Healthy Citizen y Directora del Programa Educativo Smart School 3.0.
Qué es lo que yo destacaría y que escribí entonces
y se encuentra en las páginas de la publicación aludida:
Hablando de participación comunitaria, expongo que
“los nuevos enfoques de los modos de vida, tienen en común que ya no están
centrados sobre modos de comportamiento o rasgos de personalidad individuales,
sino sobre el conjunto de la experiencia de vida colectiva y personal en el
cuadro dado de las condiciones económico-políticas, ecológicas y culturales con
la mayor participación posible de los interesados, y que los modos de vida de
los jóvenes se modelan en función de las condiciones sociales concretas en
vigor, y estas representan la base de las estrategias de promoción de la salud
en cada caso, teniendo en cuenta el concepto y la valoración que hace la
comunidad de la misma, y que hay que educar partiendo de las concepciones
populares de salud y de enfermedad.
Así mismo destaco en la obra, que es necesaria una
continuidad de acción, que la Educación para la Salud no se puede realizar en
campañas esporádicas de divulgación, y que esta no es responsabilidad solo de
los sanitarios sino además de quienes están permanentemente en contacto con la
sociedad: los maestros en las escuelas, los médicos y enfermeras de cabecera en
sus barrios o pueblos y los trabajadores sociales en sus ámbitos de actuación,
etc., y todo lo dicho realizado de una manera permanente, coordinada,
transversal y duradera. Lo que no sea así, no tendrá validez y será una pérdida
de tiempo. Ya va siendo hora de que los gobiernos se den cuenta que la
inversión en prevención, protección de la Salud es mucho más rentable que tener
que invertir en curar lo que se podía haber evitado. Y esta inversión es
compañera de camino de la Atención Primaria de Salud. Dejen ya de hacer
inversiones costosísimas y cortoplacistas, en los aspectos curativos singulares
y espectaculares, buscando rentabilidad electoral e inviertan a largo plazo en
Educación y en Salud preventiva y promocionadora, aunque esta actuación no sea
tan atractiva para titulares informativos.
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