sábado, 13 de marzo de 2021

Ejercicio de libertad

 Definamos Libertad en palabras sencillas: hacer o no hacer lo que deseas sin molestar a los demás y respetando sus decisiones. Es hermoso ejercer la libertad. Pero aún es más placentero y edificante permitir que otros la ejerzan, la sientan y la disfruten.

Conozco un ejemplo de actuar en libertad que me ha llamado la atención y me ha enternecido. Nuestro ejercicio profesional como Médico de Familia se engrandece en ocasiones (yo diría que con mucha frecuencia) cuando - gracias a la confianza depositada en ti por tus pacientes- te enteras de situaciones como la que voy a relatar. Me la ha contado uno de los dos protagonistas que intervienen, de los que no voy a poner ni el nombre, sexo, edad, profesión, ni ningún otro dato identificativo. Incluso no diré cual de los dos ha sido mi confidente. Los llamaré con sendos nombres imaginarios que no tienen nada que ver con los protagonistas.
Resulta que a Hermógenes le interesa el tema de la muerte como fuente de conocimiento de los sentimientos de otras personas. Le gusta conocer qué opinan los demás, qué sienten, cómo se comportan, cómo se expresan, quienes le rodean, cuando surge el tema en una conversación, o cuando lamentablemente hay que hacer frente al fallecimiento de alguien conocido y/o querido. Pero -como es natural- también tiene de vez en cuando que afrontar el pensamiento de la posibilidad de su propio final. Esto no le preocupa. Aunque le quedan por hacer muchas cosas que ha ido dejando atrás en sus prioridades a lo largo de su vida, considera que tiene motivos más que suficientes para estar satisfecho y tal vez orgulloso por todo lo que ha realizado. Aún así no es capaz de frenar su ímpetu por seguir innovando y participando en todo lo que supone avance y mejoras para los demás. Este “fallo de frenos” le impide ir cerrando procesos aún abiertos hace tiempo, lo que le produce cierta inquietud ante el pensamiento de que su propia muerte llegara y no le hubiera dado tiempo de completar su proyecto de vida.
Pero esta incomodidad de visita no esperada y a destiempo, es mínima comparada con el desasosiego que le produce pensar en la presencia del dolor y el sufrimiento llegados los últimos momentos de su vida. Y que llegado ese tiempo Hermógenes perdiese el raciocinio.
Teniendo en cuenta esta última posibilidad, esta persona, quiso dejar bien claro que, dado el caso de perdida de la razón, el equipo médico que estuviera atendiéndolo le facilitara una muerte digna y sin dolor.
Andalucía es la Comunidad Autónoma pionera al promover una Ley de Muerte Digna, que regula el ejercicio de los derechos de la persona durante el proceso de su muerte, los deberes del personal sanitario que atiende a estos pacientes, con la garantía de las instituciones sanitarias. Siendo Hermógenes conocedor de esta Ley, diligenció sus últimas voluntades y designó a Ganímedes, persona amiga suya, como su representante en caso de que -llegada la hora de decidir- Hermógenes no tuviera sus facultades mentales lúcidas para ello. La eligió como su portavoz decisorio porque la conocía, y sabía que podría ser su alter ego, y que no se dejaría llevar por sentimentalismos ni subjetividades a la hora de decidir, y que por su experiencia sabría escoger el mejor momento para “desconectar”.
Pero, Hay un pero: No se puede designar un representante para tomar una decisión en esos momentos cruciales sin haber pedido antes su autorización. Hermógenes se lo había insinuado en una ocasión a Ganímedes, recibiendo una respuesta neutra, para salir del paso, no quedando clara su aceptación. A los pocos días de esta conversación no terminada, Hermógenes y Ganímedes iban a dejar de verse por algún tiempo. Por otros motivos, Hermógenes escribió a Ganímedes solicitándole información sobre dos temas que le concernían y aprovechó para pedirle formalmente si quería ser su representante en el Registro de Voluntades Vitales Anticipadas. Como sabía que esta petición suponía un compromiso importante y difícil, terminaba su correo-e “pidiéndote disculpas de antemano por el "embolado" que pueda suponer, pero siendo respetuoso y comprensivo con tu libertad de respuesta en lo que decidas”.
Esperó días, semanas, meses. No recibió contestación a ninguna de las tres demandas. Podría haber contestado a alguna de las otras dos preguntas menos comprometidas, pero no fue así. Hermógenes pensaba en la posibilidad de que a Ganímedes no le hubiese llegado su e-mail y por ello no contestaba. También le pasó por la cabeza esperar un tiempo y cuando se volvieran a ver preguntarle directamente, con la condición de obtener una simple respuesta de si o no, sin explicaciones, si le había llegado su escrito.
Tenía que respetar la libertad de Ganímedes. Si no le había respondido tendría sus razones y había que acatarlas. El simple hecho de preguntar acerca de la recepción del escrito coartaba la libertad de Ganímedes, ya que podía forzarle a decidir positivamente algo que no le apetecía. O podía hacerle pasar un mal rato a Ganímedes pensando que Hermógenes creería que al no recibir respuesta, lo había ignorado y que no lo apreciaba.
El relato finaliza: Hermógenes fue respetuoso con la decisión de Ganímedes y jamás le preguntó. Sin embargo siguió apreciándole y teniendo una relación con Ganímedes igual que hasta ahora; incluso se esmeraba en que fuese mejor y más satisfactoria.
Aquí está la grandeza del ejercicio de la libertad, con que comenzaba este relato: no solo consiste en hacer lo que te apetece o inhibirte cuando quieras. También es acatar lo que libremente deciden los demás, siempre que sea justo. En este relato vemos un claro ejemplo de respeto en la toma de decisiones de dos personas.

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