Presidente de la Comisión de Ética y Deontología Médicas
Iltre. Colegio Oficial de Médicos de la Provincia
He leído recientemente un artículo en una edición electrónica de Doyma, titulado “El color de la bata blanca”, cuyo autor Gonzalo Cansino, hace unas reflexiones acerca de una encuesta realizada a médicos de Estados Unidos sobre su consentimiento hacia la pena de muerte. Por su interés y actualidad permanente para nosotros que, por formación y convicción, luchamos cada segundo de nuestra vida contra la muerte, he intentado resumir y plasmar en nuestro boletín lo que aquel artículo comenta.
Aunque el título habla del color de nuestra bata, supongo que la noticia si se ha difundido, que supongo que sí, en EE.UU. habrá salido de distintas maneras en los medios de comunicación pero siempre alrededor del dato espeluznante de que “cuatro de cada 10 médicos de EE UU estaría dispuesto a colaborar en la ejecución de un condenado a muerte con una inyección letal”.
Esta cifra ha sido recogida de la encuesta que se publica en el último número de los Annals of Internal Medicine 1 con el título de “Physicians' Willingness To Participate in the Process of Lethal Injection for Capital Punishment”. Es preciso aclarar que no han influido para nada en los resultados los fatídicos acontecimientos del pasado once de septiembre, ya que la opinión se recogió antes de esa fecha, exactamente fue remitida en 1999 a 1.000 médicos de EE UU seleccionados al azar, con el propósito de valorar su predisposición a participar en una decena de aspectos relacionados con la administración de una inyección letal a un condenado a muerte. Ocho de estas acciones están expresamente prohibidas por las directrices de la American Medical Assocation y TODAS ELLAS contravienen el espíritu del juramento hipocrático y el principio máximo del “Primum non nocere”. De las mil encuestas enviadas, recibieron respuesta de 413 médicos, de los que el 41% reconocía que llevaría a cabo al menos una de las acciones y el 25% estaría dispuesto a realizar por lo menos cinco acciones no permitidas. Sólo un 3% de los encuestados parecía conocer los límites competenciales que marcan los códigos éticos profesionales.
Leyendo el artículo se me venía a la memoria la película de García Berlanga, “El verdugo” en la que el inolvidable Pepe Isbert interpretaba magníficamente su papel ejecutando a garrote vil a los condenados a muerte porque era su obligación.
Es conocida, según ese artículo, la indulgencia con la que los médicos americanos tratan a sus compañeros de prisiones. Pero el caso que nos ocupa llega a ser espeluznante, ya que al ser preguntados si ellos mismos colaborarían preparando e inyectando una sustancia letal a un condenado, gran parte de ellos comenta afirmativamente estando dispuestos a hacerlo.
Esta cifra nos debe llevar a reflexionar a nosotros mismos acerca de qué haríamos o mejor qué contestaríamos si nos hicieran la misma pregunta. Una cosa es la respuesta que demos y otra la realidad llegado el caso de tener que aplicar la inyección letal. Una cosa es certificar la muerte de un ajusticiado o prescribirle ansiolíticos mientras espera su hora final y otra muy distinta es participar en la muerte de una persona aunque la dicten las leyes, por ser contraria al Juramento Hipocrático y a nuestras normas éticas y deontológicas. Llegados a este punto es preciso clarificar nuestro Código de Ética y Deontología Médica actualizado en 1999, ya que en el artículo 27.3 explicita que “ningún médico provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa de este.”, en el artículo 30.1 dice que “... jamás debe participar, secundar o admitir actos de tortura o de malos tratos...”, pero no nos aclara el punto origen de este artículo, aunque en nuestro país no exista la pena capital. Como conclusión podemos afirmar con los autores que hay una gran confusión en los médicos americanos “entre lo que son sus competencias profesionales y sus opiniones personales, entre lo que es ser un médico y un partidario de la pena de muerte”, y que estas dudas deberían quedar bien disipadas mediante una mejor formación en los aspectos éticos de nuestro ejercicio profesional.
1. Neil J. Farber, MD; Brian M. Aboff, MD; Joan Weiner, PhD; Elizabeth B. Davis, PhD; E. Gil Boyer, EdD; and Peter A. Ubel, MD. Physicians' Willingness To Participate in the Process of Lethal Injection for Capital Punishment. Ann Intern Med. 2001;135:884-888.
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