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18 julio, 2006

PREGON FERIA REAL DE FUENTE PALMERA 2006

Pronunciado el dia 17 de Agosto de 2006 por el Dr. D. Bernabé Galán Sánchez

Buenas noches. Muchas gracias por estar aquí.
Sean todos bienvenidos a este acto de introducción a la Feria Real de la Colonia.
Muchas gracias a Pilar Mercader por la presentación que de mi persona ha exaltado, influenciada sin duda por la amistad que tenemos y de nuestro aprecio mutuo.
También, por supuesto y al que más, quiero agradecer al Excelentísimo Ayuntamiento de Fuente Palmera la decisión adoptada de que fuese yo, este año, el pregonero de esta singular Feria.

Es para mí un honor como colono adoptivo el poder pronunciar unas palabras como prólogo a lo
que deseo sean unos felices días en los que se olvide el trabajo y los malos ratos y nos sirvan para disfrutar de un merecido descanso, aunque habrá quien no pare a partir de ahora. Que en estos días se hagan nuevas amistades o se renueven las que tenemos olvidadas, y que se aclaren todos los malos entendidos que pudieran haberse producido durante el año. La cordialidad, el entusiasmo, la hospitalidad y la amistad deben presidir nuestra conducta todos los días de nuestra vida.

Procuraré ser escueto en mi exposición y sintetizaré lo mejor que pueda el elogio que esta Colonia de Fuente Palmera se merece a lo largo de toda su Historia, pero especialmente en los 26 años últimos que son los que he tenido la suerte y el honor de vivir en este Municipio.
Reconozco que hace 27 años ignoraba la existencia de Fuente Palmera. Llegué a esta bendita
Colonia, como he dicho, hace 26 años. Y llegué por equivocación. Sin embargo, cada día que pasa
me alegro más de haberme equivocado cuando hice la elección de plazas como Médico Titular en
aquel concurso de traslado. Hay dos coincidencias curiosas en mi vida: Una es la de haber nacido
justamente cien años después que D. Santiago Ramón y Cajal, a quien admiro desde mi uventud. Y la otra es la de haber llegado a la Colonia, cien años despues de que lo hiciera otro médico, Don
Antonio Tubío Guerrero, quien sentó raices y nos dejó una nutrida descendencia entre los colonos.

Comencé a querer a Fuente Palmera desde el primer momento. Desde la primera vez que pisé su suelo, disperso en 10 núcleos de población, que yo desconocía. No se me olvidará nunca mi primer aviso domiciliario: tenía que ir a visitar a un abuelo a Ochavillo del Río. Como no sabía ir, se ofreció a acompañarme y enseñarme el camino otro señor mayor, natural de aquella aldea pero que se había venido a vivir con su hijo muy cerca de donde nos encontramos. Durante el recorrido, el que después fue gran amigo mio, me iba señalando, con disfrute por parte de los dos, por donde se iba a los otros pueblos de aquel lado. Aquella mañana aprendí rápidamente cómo llegar a Herrería, Peñalosa, Ventilla y Villalón. Mi curiosidad por conocer me llevó a preguntarle por las carreteras que iban a los demás. Y así me enteré de los caminos que llevaban a Fuente Carreteros, Silillos, Cañada del Rabadán y Villar.

A pesar de tener una fisonomía muy distinta a la que estaba acostumbrado a ver, que eran los
olivares, el romero, los chaparrales, la jara, el lentisco, en mi pueblo natal, y la viña y el olivo en el pueblo de donde procedía, el paisaje que se extendía ante mis ojos, llano y extenso, en aquel otoño del 80 me sedujo.
Comencé desde aquel día a vivir la aventura de acompañar, apoyar, incitar, dirigir, animar,
entusiasmar a los colonos, en los comienzos del más grande periodo de transición y desarrollo
conocido en la historia de nuestra Colonia.

El moderno plan de regadíos que iba a comenzar a dar sus primeros pasos me atrajo desde un
principio. Comencé a escribir como corresponsal, casi a diario, en los periódicos provinciales La
Voz de Córdoba y posteriormente en el Diario Córdoba. ¡Había que dar a conocer Fuente Palmera a los demás pueblos de la provincia y de Andalucía! ¡Había que llevar la nueva de que gracias al agua La Colonia iba a avanzar a paso de gigante en comparación con los pueblos limítrofes, superándolos y adelantándolos ampliamente!

Gracias a mi amistad con el Ingeniero Jefe de Fomento, que me ilustró ampliamente, comprendí,
para después difundir, la grandeza de los riegos. La trascendencia que tendrían para La Colonia su puesta en marcha y su mantenimiento. Soñé e intuí el futuro de todos los núcleos de población de Fuente Palmera.

También conocí las necesidades de los colonos: educación, sanidad, servicios sociales, animación
socio-cultural, conocimiento de su propia historia, tradiciones, sentimiento de pueblo, falta de
unidad, etc.
¿Hay algo más hermoso que las palabras Ayudar, Soñar, Amar, Reír, Concienciar, Apoyar,
Consolar, Compartir, Saludar, Escuchar, Enseñar, ...? ¿Y os habéis dado cuenta que a pesar de tener tan gran valor, las acciones que definen estas palabras se realizan gratuitamente? ¿Qué trabajo cuesta ayudar a los demás? Hay unos versos muy hermosos de Eduardo Alonso, que abundan en las frases anteriores. Dicen así:
" Y otra vez la sinfonía
interior de lo pensado.
Y otra vez de lo pasado
la triste melancolía.
Y otra vez esa manía
de pensar en lo esperado
para volver, alma mía,
a empezar por lo acabado."

Pero sigamos repasando la vida de La Colonia desde 1980. Yo tenía la firme convicción de que
Fuente Palmera estaba destinada a ser la "California de Europa": una de las poblaciones más ricas y prósperas del Viejo Continente. Este hecho era conocido por la Administración y fue correspondido ampliamente por los poderes públicos. Sin embargo no fueron conscientes de un problema que se podría presentar en un futuro no muy lejano. No se daban cuenta de que se iba a producir un tremendo desequilibrio socio-económico-cultural. Esto es, en palabras claras: Fuente Palmera, hasta la llegada del regadío, era una zona muy deprimida económica y socioculturalmente. En el futuro iba a prosperar rápida y exponencialmente en el aspecto económico, pero no estaba preparada en lo socio-cultural y se iba a producir un desequilibrio y por lo tanto había que trabajar sin descanso para que no se notasen o fuesen mínimas las consecuencias de este desajuste.

Si amo tanto a Fuente Palmera, a pesar de no haber nacido aquí, es porque he empleado las horas de más noble afán de mi vida en conocerla palmo a palmo, en entender a sus gentes, en sentir lo que sienten. Todo esto con el objetivo de trabajar por la Colonia y los colonos, para poder ayudar a encaminar su futuro. Por eso quiero tanto a Fuente Palmera: porque la conozco y conozco a sus gentes, y por eso creo en ella.

Hay un párrafo que escribió Don Gregorio Marañón, que habla de la dedicación de las personas en lo que creen. Dice así el ilustre Médico y Humanista: "Hay muchos seres humanos que han
dedicado su vida a lo que creen y se dice que es el amor, y, sin embargo, después de bien exprimida su experiencia, no podrían añadir una sola gota de enjundia a lo que se sabe ya. En el amor, la cantidad no cuenta. Todo su secreto está en la calidad y en la gracia. Y por gracia hemos de entender el que la fruición material, lo que exige el instinto, siempre bárbaro, no sea nunca un
objetivo ni un premio del amor, sino una leve y delicada brasa que caldee y coloree de rosa a todo eso otro semidivino que es el rendimiento, el sacrificio, la oferta de un ideal irrealizable, el dar y no pedir, sin lo cual el amor es sólo una cárcel con las paredes adornadas de estampas prohibidas, sin maldita la gracia".

Cómo pasa el tiempo. Qué de prisa pasan los días cuando participas en la aventura. Recuerdo con admiración aquellos tiempos en los que, año tras año, un elevado porcentaje de colonas y colonos abandonaban temporalmente sus casas y viajaban lejos, en las temporadas de la vendimia y de la recogida de aceituna. A pesar de conocer que vivirían en unas condiciones a veces infrahumanas, llevaban con optimismo un solo objetivo: evolucionar y alcanzar lo que sus padres no pudieron conseguir, como una vivienda decente y una mejor posición social. Aquellos aventureros, aquellos héroes, deberían dar clase en colegios e institutos. Deberían enseñar a nuestros jóvenes, desde pequeñitos, el valor del trabajo, del esfuerzo, del sudor, del sacrificio, del sufrimiento. Debería existir una asignatura sobre valores y experiencias. Que se den cuenta los nietos de hoy que sus abuelos, jóvenes hace unos años, trabajaron duro, muy duro, para ofrecer un futuro mejor a los colonos venideros; para construir una Colonia excelente. Y que se den cuenta estos últimos que son ellos los responsables de continuar la gesta que sus antepasados comenzaron.
Aquel espíritu de aventura con el que vinieron nuestros antepasados, era alimentado por las ideas revolucionarias de Pablo Antonio de Olavide y de Juan Gaspar de Thürriegel, bajo el mandato del rey Carlos III. Y esta filosofía aventurera se basaba en una serie de pilares, que debemos tener siempre presentes. Estos cimientos no son otros que: la Adaptabilidad, el Deseo y la Determinación, la Visión y el Valor, la Experiencia, la Curiosidad Natural, el Trabajo en equipo y la Confianza, el Optimismo ilimitado, la Habilidad para afrontar riesgos y el Desempeño excepcional. Por eso, y los jóvenes deben tomar buena nota de ello, los logros son siempre resultado de un proceso constante.

Debemos esforzarnos por ir siempre “un paso más allá” de nuestra experiencia anterior, como se
esforzaron nuestros antepasados. Y debemos ser revolucionarios en nuestras acciones, no debemos ser inmovilistas. Hemos de continuar siendo innovadores, progresistas, imaginativos, hacendosos, inquietos, idealistas, soñadores, tener espíritu de lucha y no olvidar ser fieles a nuestro pasado, aunque no del todo, porque el revolucionario cuando triunfa no puede ser fiel a su pasado por completo, ya que gracias a la revolución ha transformado el pasado y ha creado un presente nuevo.
Me gustaría nombrar una a una las personas con las que he tenido y tengo el honor y la suerte de compartir más directamente, en la porción que me corresponde, de esta aventura de la que os hablo: la proeza de la Colonia de Fuente Palmera en este último cuarto de siglo. Me gustaría hacerlo, pero podría olvidar a alguien y no sería justo. Son tantos los momentos, ocasiones, escenarios, situaciones, eventos, emociones que hemos vivido que hay materia para escribir un extenso libro, al que no renuncio comenzar en un futuro cuando esté menos atareado.

Pero en esta aventura no solo participaron los mayores. Muchos jóvenes también trabajaron
entonces por un futuro mejor. Fueron idealistas y soñadores e imaginaron una tierra de promisión, en la que creyeron y por la que apostaron. Y otra vez el poeta Eduardo Alonso nos lo dice en estos versos:
¿Es sueño otra vida?
Si soñando se olvida
El dolor de existir,
Puede ser otra herida,
Que soñar no es morir.

¡Hay que ver el montón de empresas que han surgido en los últimos años en nuestra Colonia!
Gracias a la imaginación, el idealismo, la inquietud de nuestros jóvenes y menos jóvenes
empresarios han llegado a ser punteras cada una en su sector, llevando el nombre de Fuente
Palmera como estandarte de calidad, honradez, seriedad. En una palabra: saber hacer. Y tenemos que estar orgullosos de ellas y de ellos. Lo dijo Don Santiago Ramón y Cajal: “Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas”. ¡Y tanto que los colonos las han desarrollado! Marcel Proust nos lo dejó dicho: “El acto real del descubrimiento no consiste en encontrar nuevas tierras, sino en ver con nuevos ojos”. Esto es lo que hacen los niños continuamente. Pero nosotros, los adultos, tenemos que obligarnos constantemente a permanecer insatisfechos del mundo que hemos creado.

Me hace mucha gracia cuando oigo a quienes no nos conocen, hablar de la pereza de los andaluces. Antiguamente había gentes, personajillos, que gustaban de vegetar y divertirse a costa del trabajo de los demás; esa fama no era específica de nuestro suelo, sino común a todos los pueblos, y afortunadamente nosotros hemos sabido demostrar lo contrario en el transcurso de los 239 años de existencia de nuestra Colonia. ¿Quién puede negar la laboriosidad de los colonos? Desde los primeros que poblaron estas tierras, deserticas entonces, hasta sus descendientes de hoy no han parado de trabajar afanosamente para conseguir lo que tenemos. Solo hay que madrugar un poco para observar cómo día a día, cada uno se dirige a su trabajo. Cómo se llenan las carreteras de vehículos que transportan trabajadores llevando el nombre de nuestra Colonia a distintos lugares de Andalucía o a otras comunidades y países.
Deberían castigar a quienes llamaran perezosos a nuestros antepasados, heroicos trabajadores del campo, regado con el sudor de su cuerpo, trabajando de sol a sol, sin poderse cambiar de ropa, ni llevarse a veces un trozo de pan a la boca, sin posibilidades de formarse o instruirse y siempre a merced del cacique de turno que se aprovechaba de su ignorancia y su pobreza.

Y después de conocer todo lo que he descrito, ¿quien sería incapaz de amar a esta tierra y a sus
gentes? ¿Quien no se dejaría seducir por su idiosincrasia?
Como médico soy un espectador más de la vida, si bien desde un plano distinto que los demás
espectadores. Los médicos tenemos más ocasiones de ver el lado dramático del existir. Esta
profesión, con su leyenda de sacrificio, de humanitarismo, de contacto dramático con el sentir de
las personas la he desarrollado durante el periodo más largo de mi existencia en esta Colonia. Y os aseguro que el convivir con los colonos, sintiéndome uno más, ha actuado como sublimación en los momentos negativos por los que he pasado. Aunque no nací aquí, soy colono, y un colono que siente hasta la médula de sus huesos, hasta los rincones más profundos de su alma, el orgullo de serlo.

Me vais a permitir terminar con una frase que casi al final de su vida proclamó Maeterlinck, uno de los grandes soñadores del siglo pasado: “Todo mi instinto, toda mi eficacia, me empujaban desde niño a la Medicina; porque esta es, cada vez estoy más cierto de ello, la llave más segura para dar acceso a las profundas realidades de la vida”.
Muchas gracias y que paséis una muy mejor Feria.

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