
Esa conducta inmovilista lleva al retraso de la sociedad, a la imposibilidad de avanzar o hacerlo muy lentamente, a impedir la entrada de nueva savia en las instituciones y organizaciones, personas que aporten ideas nuevas, renueven el viciado aire existente después de décadas de puertas y ventanas cerradas; tiempo perdido, por los de dentro, en mirarse el ombligo y darse autobombo unos a otros, mientras muchos de los que están fuera se ríen de esa ignorancia de la que, sin saberlo, alardean e incluso se felicitan los de dentro.
Es lamentable esto que ocurre. Y ya ha pasado tanto tiempo durante el que los inmovilistas, además de no moverse, no han hecho nada productivo, no han permitido la participación de otras personas que aportaran algo, por miedo a perder sus interesados puestos, ha pasado ya tanto tiempo que aquellos ideólogos, altruistas, responsables, trabajadores y entregados a los demás, se han aburrido, se han cansado y han perdido las ganas de aportar ideas a quienes no quieren admitirlas y ponerlas en práctica.
Si el primer párrafo de este artículo puede denotar algo de pesimismo, quiero finalizarlo manifestándome en sentido contrario, ya que después de tantos años cumplidos y haber conocido tanto a los de dentro la burbuja inmovilista y a los que podían aportar aires nuevos, ideas provechosas, a pesar de que los primeros no permiten lo segundo, muchos de estos últimos, no importándoles la obstaculización de aquellos, implementan sus ideas y proyectos como pueden aunque no tengan el apoyo de esas anquilosadas organizaciones.
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